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MIGRANTES

Odisea migratoria: Récord de migrantes en 2023

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La crisis migratoria en América, alcanzó niveles exponenciales este 2023. Esta Odisea expone el sufrimiento y desafíos extremos de miles en busca de un futuro incierto al norte.

En medio de una crisis migratoria sin precedentes, cientos de miles de migrantes enfrentan una travesía plagada de peligros e incertidumbres en su ruta hacia el norte.

Un camino que ha llevado a muchos a la selva del Darién, en la frontera natural entre Colombia y Panamá.

La región del golfo del Urabá, controlada históricamente por grupos armados y con escasa presencia estatal, se ha convertido en el punto de partida de una travesía marcada por el riesgo y la incertidumbre.

Aquí, en esta zona «sin ley», se ha presenciado un cambio significativo: lo que antes era un trasiego de armas y drogas ahora se torna en el auge del tráfico de migrantes, exacerbado por la profunda crisis en Venezuela.

«Ha sido una frontera porosa, una especie de área sin ley donde ha habido distintos tipo de tráfico: en algún momento se movían armas en el Darién, luego clorhidrato de cocaína y más recientemente estamos presenciando el ‘boom’ del tráfico de migrantes que empieza a tomar fuerza con esta crisis profunda que hay en Venezuela», explica el profesor de la Universidad del Norte Luis Fernando Trejos.

La migración a través de esta selva no es nueva, pero su incremento ha sido notorio, alcanzando más de 500,000 migrantes registrados en el 2023, según datos oficiales panameños.

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Sin embargo, esta travesía no es simplemente un viaje, es una industria millonaria para grupos criminales que, a cambio de unos 200 dólares, prometen un paso seguro por el Darién.

Esta selva montañosa se convierte así en escenario de pesadilla para aquellos que la atraviesan diariamente.

Los riesgos son abrumadores: desde ataques de animales salvajes hasta enfrentamientos con la naturaleza misma, con crecidas repentinas de ríos.

Pero el peligro humano no es menos ominoso: la violencia sexual y los asaltos perpetrados por criminales son una constante, despojando a los migrantes de lo poco que poseen.

Los relatos de sobrevivientes dan voz a esta tragedia: testimonios como el de Daniel Cruz, quien compartió su experiencia en la estación migratoria de Lajas Blancas, reflejan el terror que viven día a día aquellos que se aventuran por esta ruta.

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La Organización Internacional para las Migraciones registra la desgarradora cifra de 42 muertes o desapariciones hasta diciembre, aunque otros datos sugieren números aún más altos. El año pasado, la cifra alcanzó las 141 tragedias, subrayando la magnitud de esta crisis humanitaria.

Ante esta situación, autoridades panameñas y organismos internacionales han desplegado un operativo sin precedentes.

Han colocado estaciones de asistencia donde ofrecen atención médica y alimentación a los migrantes.

Este esfuerzo ha implicado una inversión significativa por parte del Estado, estimada en al menos 70 millones de dólares, en un esfuerzo conjunto por brindar algo de alivio en medio de la angustia y el peligro.

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Además, se han coordinado servicios de autobuses para permitir que los migrantes continúen su viaje hacia el norte, evitando estancamientos en territorio panameño.

Esta medida, replicada por otros países centroamericanos, busca facilitar el flujo migratorio y disminuir la vulnerabilidad de aquellos que transitan por esta ruta.

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Honduras, un país de migrantes y de tránsito, enfrenta su propia realidad en este contexto.

Con más de 500 nacionales que diariamente se aventuran hacia el «sueño americano» y medio millón de migrantes que ya lo han atravesado en este año, la falta de recursos se convierte en un obstáculo recurrente.

La escasez de fondos obliga a muchos a detenerse durante semanas o meses en suelo hondureño, mientras reúnen los aproximadamente 45 dólares necesarios para llegar a la frontera con Guatemala.

En medio de esta crisis migratoria que desgarra vidas y sueños, la ruta no es más que un símbolo de la desesperación y la adversidad que enfrentan aquellos que buscan un futuro más allá de sus fronteras.

¿El final o el inicio del sufrimiento?

La confluencia de miles de migrantes diarios en el norte de México marca un escenario desafiante, donde las esperanzas y la incertidumbre convergen en una batalla constante por alcanzar Estados Unidos.

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Ciudad Juárez, en particular, se ha convertido en un epicentro abrumado por este flujo migratorio, agotando los servicios municipales en un esfuerzo por recibir a quienes buscan nuevas oportunidades al otro lado de la frontera.

El padre Francisco Bueno Guillén, al frente de la Casa del Migrante, uno de los refugios más importantes en la ciudad, destaca que este año ha sido un récord en migración.

Estima que más de 100,000 personas han llegado a la frontera con la intención de cruzar, advirtiendo que esta cifra se mantendrá constante en los años venideros.

La desesperanza se cierne sobre los migrantes, cuya confianza en los procesos regulares de ingreso a Estados Unidos se desvanece día a día.

Un número significativo de aquellos que arribaron en mayo aún espera obtener una cita a través de la aplicación CBP One, la cual da acceso al proceso migratorio formal. Esta demora agudiza aún más la crisis en curso.

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A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos por detener el flujo migratorio, los resultados han sido insuficientes.

Tras suspender en mayo el Título 42, medida controvertida que permitía la expulsión inmediata de migrantes indocumentados sin opción de solicitar asilo, la administración de Joe Biden intentó establecer su propia visión para la frontera.

El acceso al asilo se ha restringido y se ha canalizado a través de la aplicación CBP One.

Se amenaza con deportar de inmediato a quienes crucen de manera irregular, y se ha puesto en marcha una estrategia diplomática para que otros países de la región actúen como contención para el flujo migratorio.

No obstante, la realidad evidencia la limitada capacidad institucional y recursos de Estados Unidos para detener o deportar a la gran cantidad de personas en búsqueda del sueño americano.

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Ariel Ruiz, analista del Migration Policy Institute en Washington, explica que la reciente reanudación de vuelos de deportación a Caracas, aunque significativa, resulta insuficiente ante las más de 20,000 detenciones mensuales de venezolanos en la frontera.

Paralelamente a estas medidas, Washington ha propuesto «vías legales» para ingresar al país, como el permiso humanitario para ciudadanos de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Haití, permitiendo la entrada de más de 260,000 migrantes de estos países en el último año, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).

A pesar de los esfuerzos conjuntos con ACNUR y otros países, la iniciativa de «movilidad segura» y el programa de refugiados han tenido un desempeño limitado.

Según los datos más recientes, menos del 10% de aquellos que se han inscrito han logrado solicitar esta protección, evidenciando los desafíos persistentes en medio de esta compleja crisis migratoria.

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