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Luis Redondo intenta usurpar funciones del CNE y abre la puerta a un quiebre constitucional

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Luis Redondo intenta usurpar funciones del CNE y abre la puerta a un quiebre constitucional

Tegucigalpa.- Las recientes declaraciones del presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, marcan uno de los momentos más delicados y peligrosos del proceso poselectoral hondureño. Al afirmar que las elecciones generales del 30 de noviembre son “inválidas”, que deben repetirse y que la declaratoria debe pasar al Congreso Nacional, Redondo no solo deslegitima sin pruebas al Consejo Nacional Electoral (CNE), sino que pretende atribuirse facultades que la Constitución no le otorga, configurando un grave precedente de ruptura del orden democrático.

Redondo sostuvo que el CNE está “totalmente deslegitimado” y que cualquier declaratoria emitida por ese órgano sería ilegal, justificando así una supuesta intervención del Legislativo amparada en el artículo 205 constitucional. Sin embargo, juristas y actores políticos han advertidozque este argumento carece de sustento legal: la Constitución es clara al establecer que la organización, escrutinio y declaratoria de elecciones corresponden exclusivamente al CNE, no al Congreso Nacional. Pretender lo contrario equivale a forzar una interpretación constitucional a conveniencia política.

Resulta aún más contradictorio que Redondo invoque la defensa de la democracia mientras plantea anular un proceso en el que más de 3.4 millones de hondureños ejercieron el voto y en el que ya resultaron electos alcaldes, diputados y corporaciones municipales, incluidos miembros de su propio partido. Desconocer la validez del proceso completo implica, en los hechos, desconocer también esas elecciones, lo que evidencia el carácter selectivo y oportunista de su discurso.

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En su intervención, transmitida casi exclusivamente por el canal oficial del Congreso, Redondo denunció un supuesto “fraude electoral abierto y sistemático”, reciclando narrativas de procesos pasados (2013 y 2017) y asociando, sin pruebas verificables, el sistema TREP con influencias del narcotráfico. Paradójicamente, mientras acusa a otros de manipulación, evita explicar por qué, si el Congreso y el Ejecutivo aprobaron miles de millones de lempiras y decenas de decretos para garantizar las elecciones —como él mismo presume—, el proceso habría terminado en un “desastre”. La responsabilidad política de ese supuesto fracaso también recaería sobre quienes gobernaron y legislaron.

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Más grave aún es su intento de desacreditar a las misiones de observación internacional, a las que acusa de “sumisión política” y “complicidad por omisión”, especialmente cuando la OEA ya señaló que las elecciones fueron transparentes y que el camino legal es esperar la declaratoria del CNE. Este ataque frontal a la observación internacional parece más un esfuerzo por aislar al país y deslegitimar cualquier criterio externo que no coincida con la narrativa oficialista.

Las reacciones desde la oposición han sido contundentes. Roberto Contreras, presidente del Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal, fue claro al advertir que repetir elecciones es admitir derrota y arrastrar al país a un despeñadero institucional. Otros líderes liberales y opositores han coincidido en que el discurso de repetir comicios solo beneficia al oficialismo y abre la puerta a un escenario de ingobernabilidad.

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En el fondo, las declaraciones de Luis Redondo no buscan aclarar ni transparentar el proceso electoral, sino trasladar el conflicto del ámbito electoral al político-parlamentario, donde el oficialismo conserva cuotas de poder. Al hacerlo, el presidente del Congreso no solo erosiona la credibilidad del CNE, sino que coloca al Legislativo como juez y parte de un proceso que no le compete, tensionando peligrosamente el equilibrio de poderes.

Honduras enfrenta hoy un riesgo real: que desde el Congreso Nacional se intente imponer una salida política por la fuerza del discurso, desconociendo la ley, la institucionalidad electoral y, sobre todo, la voluntad popular expresada en las urnas. Más que defender la democracia, Luis Redondo parece dispuesto a someterla a los intereses del poder de turno.

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